La Transición exterior se fue forjando antes de que hubiera Constitución, según Marcelino Oreja

La Transición exterior se fue forjando antes de que hubiera Constitución, según Marcelino Oreja

· La Real Academia de Doctores de España analizó la Transición exterior, “algo de lo que no se habla”, afirmó el académico y exministro Jaime Lamo de Espinosa
· Antes de 1978 se ingresó en el Consejo de Europa y se abrieron conversaciones con la CEE, la OTAN, la Santa Sede y México
· Oreja se reunió en secreto con el secretario general de la OTAN, lo que no gustó a Suárez, que no era partidario de la alianza
· España tuvo que franquear un plan de Argelia para la independencia de Canarias por el conflicto del Sahara 
· El franquismo no podía llegar a Occidente a través de su único aliado, Estados Unidos, que mantenía una cierta distancia del régimen

- Pie de foto.- Marcelino Oreja, Jesús Álvarez Fernández-Represa, presidente de la RADE, y Jaime Lamo de Espinosa.

MADRID (27-11-17).- La Transición exterior, el tiempo que se tardó en salir del aislamiento internacional e incorporarse a las instituciones europeas y al mundo, no tiene una fecha determinada, sino flexible, porque “hay algo que se va forjando a lo largo del tiempo, antes incluso de la Constitución”, afirmó Marcelino Oreja, exministro de Asuntos Exteriores y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Política, en la sesión “La Transición exterior”, celebrada en la Real Academia de Doctores de España (RADE).

Si no existe consenso sobre la duración de la Transición interna, más difícil resulta señalar cuándo comenzó la exterior, de la que nunca se habla, manifestó Jaime Lamo de Espinosa, miembro de la sección de Ingeniería, de la RADE, y exministro, que promovió y moderó la sesión. No se habla, añadió, de lo que supusieron aquellos años de 1976 a 1982 en el ámbito exterior, una época en la que desde “fuera se nos veía con recelo”. Pero, distinguir entre las dos transiciones era un recurso lícito para analizarlas, porque ambas están imbricadas, agregó.

Recordó Marcelino Oreja que, en diciembre de 1962, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, le encargó preparar una carta para solicitar la apertura de negociaciones con la Comunidad Económica Europea (CEE). La misiva se envió en febrero, y no tuvo respuesta. Cuatro años más tarde, Castiella volvió a mandar otra carta con la misma petición. Esta vez hubo respuesta para abrir un proceso de negociación sobre aspectos económicos y comerciales, pero no políticos. Como subrayó Oreja, “hay algo que se va forjando a lo largo del tiempo, antes incluso de la Constitución”. Por eso, para el ponente, la Transición exterior “no tiene una fecha determinada, sino más flexible; pero, en definitiva consiguió insertarnos en las instituciones europeas”.

Tras las elecciones de 1977, Adolfo Suárez comunicó a todos los partidos que su Gobierno iba a solicitar la negociación para ingresar en la CEE, y recibió el apoyo unánime, por lo que el 28 de julio de ese año Oreja estaba en Bruselas solicitando las pertinentes negociaciones.

Pequeña trampa a Suárez

Aquel día, admitió Oreja, hizo “una pequeña trampa A Suárez”, que no sentía gran emoción por la OTAN. A través del embajador español en Bélgica, Nuño Aguirre de Cárcer, mantuvo una cena secreta con el secretario general de la OTAN. Cuando se lo contó a Suárez, el Presidente no le dijo nada, “pero creo que no le gustó”, subrayó. “Estar en un Gobierno no significa estar permanentemente diciendo sí al Presidente”, observó Oreja, antes de reconocer que hizo una cosa mal en la cuestión de la OTAN. Un periodista, al que calificó de peligrosísimo, brillante e inteligente, Pablo Sebastián, le hizo una larga entrevista en la que el ministro se mostraba partidario del ingreso en la alianza. Al ver el texto, el Director del periódico, Juan Luis Cebrián, tuvo la delicadeza de enviárselo antes de publicarlo y Oreja le pidió unas horas para ponerlo en conocimiento de Suárez. Pero la entrevista se publicó sin que la hubiera leído. “En política, cuando se está convencido de algo, hay que hacerlo. Pero debía haber insistido en que la leyera, y creo que debo arrepentirme de aquello”, aseveró.

Como el ingreso en la CEE iba a tardar, parecía necesario dar pasos sobre derechos humanos para entrar en el Consejo de Europa, continuó Oreja. No tener constitución era un problema, por lo que se hizo una declaración parlamentaria en la que todos los partidos se comprometían a elaborar un texto constitucional. Finalmente, el mismo día que Oreja entregaba los instrumentos de adhesión al consejo, el 24 de noviembre de 1977, firmaba el Convenio Europeo para la Salvaguardia de los Derechos del Hombre y de las Libertades Fundamentales.

Importante en la Transición exterior fue la restauración de relaciones diplomáticas con otros países, entre los que Oreja destacó el caso de México, que las mantenía con el Gobierno republicano en el exilio. En febrero de 1977 recibió una llamada del canciller mexicano, Santiago Roel, al que envió, en secreto, una persona de su confianza para iniciar el proceso. En marzo, tras haber informado al Rey y a Suárez, Oreja se reunió con Roel en París y se llegó al acuerdo. Ninguna de las partes quería firmar en la embajada de la otra, y Oreja propuso hacerlo en el espléndido Salón Napoleón del Hotel Jorge V, en el que se alojaba Roel. Sin embargo, el canciller detectó un inconveniente: México y España no podían suscribir un acuerdo en ese salón, para España por Napoleón I y para México por Napoleón III. Oreja sugirió entonces tapar el nombre con una tela, y así se hizo.

Rememoró Oreja cómo se franqueó un plan de Argelia para promover la independencia de Canarias cuando España y Marruecos se aproximaron en la resolución del conflicto del Sáhara. El responsable de política exterior del Congreso y Oreja se repartieron las visitas a cuarenta países africanos y, finalmente, se superó un trance que para él fue preocupante “y del que ya nadie se acuerda”, apostilló.

El papel esencial de Juan Carlos I

El papel del Rey Juan Carlos I fue fundamental, esencial y básico en todos los temas exteriores, afirmó Oreja. El Rey tuvo un gran interés en pasar el primer 12 de octubre en Iberoamérica y después visitó más de una decena de países. Cuando solo faltaban dos, Argentina y Chile, se decidió ir al primero. En el aeropuerto, el Presidente Videla abrió los brazos para abrazar al Rey, pero el monarca evitó la foto de un abrazo con el dictador alargando su mano. Don Juan Carlos tenía preparado un discurso sobre derechos humanos y libertades para la cena oficial, que los argentinos intentaron evitar sustituyéndola por una recepción. Avisado de la situación, Oreja advirtió a su colega argentino que, con cena o sin ella, habría discurso, porque estaba ya en la prensa, “lo que no era verdad”. Y el discurso fue espléndido.

El Rey conocía muy bien los temas de política exterior y tomaba muchas iniciativas en ese campo, como la de viajar a China para reunirse con Deng Xiaoping, o resolver las pésimas relaciones con Pablo VI. En un consejo de ministros informal, ante la pregunta del monarca de cómo se podía resolver aquella situación, Oreja, que conocía bien el asunto porque había publicado un artículo al respecto bajo la firma del grupo Tácito, explicó que el Jefe del Estado debía renunciar al derecho de presentación de obispos y la Santa Sede, al privilegio del fuero. El acuerdo se logró a principios de 1978, y alguien tuvo “una idea excelente”: hacerlo público después de que se aprobase la Constitución. “Ha habido muchas críticas injustas porque los Acuerdos eran contrarios a la Constitución; pero no es verdad”, añadió Oreja, antes de señalar que cuando el PSOE está en la oposición critica la existencia de los Acuerdos con el Vaticano, “pero, cuando está en el poder, se olvida”.

Para Oreja, el asalto a la Embajada de España en Guatemala y la ruptura de relaciones con el país es “el acontecimiento más doloroso que he vivido”. En cuanto a otro tema complicado, el establecimiento de relaciones con Israel, dijo que le parecían necesarias, pero Suárez no las tenía claras por motivos fundamentalmente económicos. No obstante, con autorización del Presidente, Oreja se entrevistó en secreto, en su casa de campo, con un alto dirigente israelí, aprovechando su visita a España, al que propuso iniciar conversaciones para establecer relaciones.

El tema de Gibraltar, reconoció Oreja, llevaba años sin avanzar, por lo que, en 1979, al coincidir con su colega británico en Argelia, se lo planteó. En 1998, con Josep Piqué en Asuntos Exteriores, se negociaba un acuerdo con el Reino Unido para alcanzar la cosoberanía, cuya condición inaceptable era celebrar un referéndum cincuenta años después. La negociación, muy criticada por los conservadores en la Cámara de los Comunes, se paró al cambiar el responsable del Foreing Office.

Estados Unidos, el único aliado

En una situación de total aislamiento exterior, los acuerdos de 1953 con los Estados Unidos fueron esenciales para la supervivencia del régimen. Con ellos llegó la ayuda alimentaria, leche y queso, créditos, material militar e inversiones para construir cuatro bases norteamericanas, el oleoducto y otras instalaciones, afirmó Antonio Oyarzabal Marchesi, que fue jefe del Gabinete del presidente del Gobierno entre 1974 y 1976, director de la Oficina de Información Diplomática de 1979 a 1980 y embajador de España en Estados Unidos, entre otros países.

Que el Presidente Eisenhower pasara unas horas en Madrid, en 1959, se consiguió con diversos apoyos, como el del embajador norteamericano en Madrid, que meses más tarde se convertiría en suegro de Oyarzabal. La llegada al poder de un presidente demócrata enfrió las relaciones, hasta que Castiella logró renovar los acuerdos, que incluían compensaciones científicas y educativas, como las becas Fullbright, que permitieron formarse en Estados Unidos a jóvenes investigadores españoles.

En 1969, el escándalo Matesa fue un punto de inflexión para el tardofranquismo, y el régimen empezó a debilitarse, lo que invitaba a que desde el exterior se evitara comprometerse más con Franco. “Se notaba que no podíamos llegar a Occidente a través de Estados Unidos, y que era incómodo tener solo un aliado, que mantenía cierta distancia”, dijo Oyarzabal. En la conversación del presidente Ford con Franco, durante su visita en 1975 en la que Oyarzabal fue intérprete, “la impresión que causamos fue penosa. Podemos hablar de un franquismo en estado preagónico. La situación del general Franco era lamentable. Apenas seguía la conversación, le costaba mucho, e incluso oírle era difícil. Conservaba todos sus poderes omnímodos, pero estaba físicamente acabado”.

Arias Navarro, un desastre

Durante el Gobierno de Carlos Arias Navarro, el Rey pronunció otro gran discurso en Estados Unidos, acompañado por Castiella, que el Presidente siguió desde su despacho, con evidentes muestras de desaprobación. Don Juan Carlos llevaba la batuta e iba mucho más allá de lo que había pensado Arias Navarro. Meses más tarde, el Rey declaraba a un periodista norteamericano que su Presidente “era un desastre completo”.

Con el Gobierno Suárez, Marcelino Oreja llegó al ministerio y empezó a apagar incendios, continuó Oyarzabal. Lo primero que puso sobre la mesa es que no había otra alternativa que ingresar en la OTAN. El principal problema era que Suárez prefería el grupo de los no alineados. Hubo que esperar a la llegada de Calvo Sotelo, más integrado en el mundo internacional, para que se pidiera la entrada y se ingresara en la OTAN. El PSOE lanzó las masas a la calle con el eslogan “OTAN, de entrada no”, y después convocó el referéndum que había prometido, a pesar de lo cual González hizo un cierto travestismo antes de la votación para apoyar la permanencia en la alianza, y ganó el sí.

Parecía terminar ahí la Transición exterior, según Oyarzabal. Pero no estábamos en la estructura militar. Avanzábamos en las relaciones con Estados Unidos, aunque varias alas de combate norteamericanas salieron de Torrejón. Entonces el ataque a las Torres Gemelas provocó la segunda invasión de Irak, a la que se sumó el Gobierno español, a pesar de que no contaba con claro apoyo internacional. “Si la entrada es discutible, lo fue más y más desgraciada la salida, con un portazo en las narices a los Estados Unidos”, apuntó Oyarzabal, por lo que pasamos a una fase bastante sombreada. Posteriormente, mejoraron nuestras relaciones y nos integramos plenamente en la estructura militar.