La RADE analizó las luces y sombras del reinado de Carlos III en una mesa redonda

Examinaron el reinado del rey borbónico los doctores Rocamora García-Valls, De Diego García, Martínez Camino, Fernández Ruiz y Lamo de Espinosa

La RADE analizó las luces y sombras del reinado de Carlos III en una mesa redonda

Experimentado como monarca, hombre reflexivo, católico declarado, resuelto a mejorar las condiciones de vida de sus súbditos con reformas que propicien la generación de riqueza y cultura, aunque no siempre con resultados positivos; pero también déspota, aunque ilustrado, iniciador de un fuerte intervencionismo estatal precursor del Estado totalitario del siglo XX, instrumentalizó la Iglesia y la Inquisición a favor de las regalías reales. La figura de Carlos III, ensalzada por partidarios y denostada por críticos, fue el tema de la mesa redonda “Carlos III, en el tercer centenario de su nacimiento”, celebrada por la Real Academia de Doctores de España (RADE).

El acto, que presidió el titular de la RADE, Jesús Álvarez Fernández-Represa, fue dirigido y moderado por Jaime Lamo de Espinosa, Académico de Número de la Sección de Ingeniería, quien informó que se había elegido la fecha del 14 de diciembre para la sesión porque Carlos III murió ese mismo día de1778.

Después de definir la Ilustración como un movimiento filosófico de secularización del pensamiento y de naturalización en todas sus formas, en el que confluyen el racionalismo y el empirismo racionalista, basado en el poder de la razón y la capacidad de reinterpretar y modificar la sociedad de acuerdo a principios racionales, Pedro Rocamora García-Valls, Académico de Número de la Sección de Derecho, precisó que la primera consecuencia de esta filosofía es el concepto de soberanía popular.

El ponente lanzó la pregunta de si se entierran, con la Segunda República, los principios de la ilustración o si habría una herencia pendiente desde 1936 que recibe y actualiza la Constitución de 1978. Entiende, se respondió, que esta constitución recoge los derechos por los que luchaban los ilustrados, así como los ideales de libertad, justicia y solidaridad, esenciales del Siglo de las Luces. Pero advirtió que la reseña nominal de los grandes principios y normas no supone necesariamente su plena consecución práctica; por lo que conviene que esos principios se activen para no quedar reducidos a papel mojado.

La Ilustración, añadió Rocamora, lleva al progreso de la ciencia, a sucesivas declaraciones de derechos humanos o a la creación de las reales academias; e influye en el pensamiento posterior: el evolucionismo, el psicoanálisis, el pensamiento liberal y el pensamiento socialista.

Para cerrar su intervención, el orador citó las características que describen al liberal decimonónico según el doctor Marañón: estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo, y no admitir jamás que el fin justifica los medios.

Reformador con suerte dispar

Cuando Carlos VII de Nápoles y III de España desembarca en Barcelona acababa de doblar el cabo de los 40 años, y llevaba 25 de experiencia como monarca, destacó Emilio de Diego García, Académico de Número de las Sección de Humanidades, quien calificó al personaje como hombre reflexivo al que gustaba enterarse afondo de las cuestiones y sus causas.

Que la monarquía hispana del momento fuera un espacio que abarcaba dos continentes es, para el conferenciante, una circunstancia capital que caracterizaría de forma fundamental la proyección de su política exterior. La diferencia entre el poblachón manchego que era Madrid y la ciudad avanzada, urbanizada y cultural que era Nápoles, supuso “un choque enormemente importante” para el rey, que se empeñó en mejorar las condiciones de vida de sus súbditos prohibiendo, por ejemplo, que los cerdos circularan por las calles, y en favorecer la seguridad ciudadana reduciendo capas y sombreros e impidiendo el uso de todo tipo de armas.

Criticó De Diego el anacronismo de suponer aquella España como un feudo del oscurantismo, atraso e incultura, donde la Inquisición cometía toda suerte de tropelías. Si en 300 años, con ocho millones de habitantes de media, la Inquisición española ajustició a 300 personas por brujería, en Liechtenstein, con 3.000 pobladores, se ejecutó a otras 300, y en la avanzada Londres la brujería dejó de ser delito en 1736.

Hacia el interior, Carlos III se dedicó a aplicar reformas educativas en universidades, colegios mayores y seminarios, lo que causaría conflicto con la Iglesia, y en rescatar competencias para reforzar el poder de un Estado fuerte y eficaz. Inicia y termina obras públicas en toda España para generar riqueza; decide reformas administrativas en beneficio de la Hacienda Pública, con la ventaja de que haberse encontrado con un superávit presupuestario de 900 millones de reales. Y confía la implantación de su política ahombres fuertes, como el conde de Aranda, Floridablanca y Campomanes.

Al otro lado del mar su labor se centró en agilizar el comercio con la Pragmática de Comercio Libre, de 1778, que tuvo resultados contrapuestos y levantó protestas al afectar a intereses establecidos. En cuanto a su política exterior, su alianza con Francia le colocó frente a Inglaterra. España jugó un papel decisivo en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos por su excelente relación con los colonos que combatían a su Majestad británica. La corona española contribuyó, en unos casos, igual que la francesa, y en otros, de forma claramente superior y estratégicamente más importante a la emancipación de las trece colonias; pero no ha conseguido el reconocimiento que obtuvieron los franceses. Los numerosos acontecimientos bélicos del reinado de Carlos III acabaron dejando la Hacienda Pública en situación infinitamente peor que la encontrada a su llegada, concluyó De Diego.

Despótico, aunque ilustrado

Desde sus primeras palabras, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, Académico de Número de la Sección de Teología, se mostró crítico con Carlos III, aunque reconoció lo que de positivo se había dicho de su periodo y se declaró amigo de la razón. Fue, continuó, un monarca católico, cuya primera obligación era proteger la religión católica y sus costumbres, con fidelidad a la Santa Sede, según sus propios escritos. La declaración real parece sincera al ponente, quien subrayó que sus ministros argumentaban con razonamientos teológicos, basados en el Evangelio y la tradición, a favor de las regalías del rey.

Se crearon seminarios y se mejoró el nivel del clero, admitió Martínez Camino; pero el despotismo ilustrado fue por sendas que llevaron al Estado totalitario el siglo XX, con un fuerte intervencionismo en todos los sectores sociales, mientras que la Inquisición se convirtió en un instrumento al servicio de la corona.

Un factor determinante de esta deriva fue un Concordato que concedía al rey el privilegio de presentar candidatos a sedes episcopales y canonjías. Como resultado, todos los obispos eran adeptos al rey. Se crearon censores en todas las universidades y se instrumentalizó el tribunal de la Inquisición al servicio real. El culmen del regalismo absolutista fue la expulsión de los jesuitas de todos los reinos de España, en una operación policial sin precedentes. La Compañía de Jesús no simpatizaba con el absolutismo, y mantenía que el poder viene de Dios por el pueblo, mientras que, para Carlos III, el poder viene de Dios al rey para el pueblo, explicó el orador.

Terminó Martínez Camino afirmando que el XVIII fue un siglo plano en lo religioso, con una Iglesia sometida al regalismo soberano, aunque había una gran religiosidad popular, incluso, en capas superiores, como el caso de Pablo de Olavide, ministro de Carlos III, que fue condenado por la Inquisición por motivos más políticos que religiosos.

Grandes expediciones científicas

Durante el periodo de Carlos III se crearon las principales academias para difundir las luces y las ciencias: Real Academia de la Lengua (1713), Academia Médica Matritense (1734), Real Academia de Historia (1738), Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744); además del Jardín Botánico y el Gabinete de Historia Natural (1771), manifestó Benjamín Fernández Ruiz, Académico de Número de la Sección de Ciencias Experimentales.

Se crearon nuevas instituciones de enseñanza secundaria (Reales Estudios de San Isidro), de enseñanza superior (Colegio de Cirugía, Escuela de Mineralogía, Escuela de Ingenieros de Caminos), y se desarrollaron las ciencias experimentales, con figuras como Mutis y Cavanilles en biología, Jorge Juan y Ulloa en astronomía y cartografía, o Piquer en medicina; así como la prensa y las revistas literarias y científicas.

Se centró Fernández Ruiz en las expediciones botánicas, con especial referencia a las del Virreinato del Perú y Chile, el Virreinato de Nueva España y el Virreinato de Nueva Granada; así como a la expedición geo-botánica de Malaspina, que surcó todo el Pacífico. La finalidad de estas misiones era fundamentalmente geo-estratégica: conocerlas fronteras del imperio y sus posibilidades comerciales, y limitar la expansión de otras potencias (Portugal, Inglaterra, Rusia, Francia).En total, se hicieron más de 60 expediciones de todo tipo para el reconocimiento de América, con una importante labor recolectora e iconográfica, y se depositaron los materiales obtenidos en instituciones científicas españolas. No obstante, precisó, los resultados impresos fueron irregulares, lo que limitó la repercusión científica y se expoliaron y perdieron materiales científicos. En todo caso, la farmacopea hispana se benefició del gran aporte taxonómico que supuso el descubrimiento de nuevas especies vegetales, y del conocimiento de sus efectos farmacológicos: febrífugos, antihemorrágicos y antidisentéricos.

Incansable constructor, pero intervencionista excesivo

Lamo de Espinosa repasó la política económica de Carlos III, influida por las ideas fisiocráticas que venían de Francia y ponían el acento principal en la agricultura. Las ideas mercantilistas tienen también peso en un periodo en el que arranca el carro demográfico español, con sus ventajas y problemas.

La creación de la Junta de Estado, antecede del consejo de ministros, responde a un esquema de acción política semejante al de un gobierno moderno, señaló el ponente, para el que una de las actuaciones políticas más importantes fue la desamortización de bienes eclesiásticos y de la nobleza, de la que se habla menos, que buscaba quebrar el sistema de mayorazgo, con dos objetivos: poner tierras en cultivo y recaudar impuestos sobre las nuevas propiedades.

Mencionó Lamo de Espinosa otras medidas notables del reinado carolino, como la Pragmática sobre Arrendamientos Rústicos, que establecía la libertad de pacto entre propietario y arrendatario, mucho más limitado en las leyes de la Segunda República y del régimen de 1978, la colonización de Sierra Morena ola libertad de comercio de granos, a la que siguió una hambruna importante en todo el país al año de su promulgación. Resaltó el interviniente el carácter constructor de Carlos III, entre cuyos proyectos se incluye el Banco de España en Madrid, y le calificó de “gran padre de la política hidráulica de España”, con obras como la Acequia Real del Júcar, el Canal de Taueste, la finalización del Canal Imperial de Aragón o el comienzo del Canal de Castilla. Y agregó a la relación la instauración de una administración forestal dependiente de la Marina, para garantizar el futuro de la materia prima de los navíos militares.

Terminó su exposición Lamo de Espinosa asegurando que ya Jovellanos, en la fase final del reinado, empezó a reprochar el exceso de intervencionismo estatal y los impedimentos legales que dificultaban el funcionamiento de la sociedad.