Juan José López-Ibor Aliño ingresa en la Real Academia de Doctores de España

La investigación científica ha de convertirse en el motor de cambios sociales perentorios, afirmó en su discurso el nuevo académico

Juan José López-Ibor Aliño ingresa en la Real Academia de Doctores de España

MADRID (10-12-14).- “Una de las amenazas que se cierne sobre la ciencia es la de su dispersión en disciplinas independientes, aisladas una de otras, endogámicas y, por lo tanto, lejos de poder contribuir al progreso de la ciencia y del bienestar de la sociedad. Las diez secciones que integran esta academia son una gran oportunidad que ninguno de nosotros debería dejar perder, para afrontar el aislamiento babélico que a veces nos amenaza”, dijo el doctor Juan José López-Ibor Aliño, en su discurso de ingreso como miembro de número en la Real Academia de Doctores de España, en su Sección de Medicina.

La intervención del nuevo académico, titulada "El lenguaje de la medicina y su mutua integración con otros lenguajes. Un paradigma para la ciencia de consecuencias sociopolíticas", fue contestada por Pedro Rocamora García-Valls, miembro de de número de la Sección de Derecho de la corporación, durante la ceremonia celebrada en la sede de la institución presidida por su titular, Jesús Álvarez-Fernández, a la que asistió Su Alteza Real la Infanta Doña Margarita de Borbón.

Señaló López-Ibor que la ciencia, une langue bien fait (una lengua bien hecha), “está sujeta a una constante evolución en el que los entrecruzamientos con los lenguajes entre las disciplinas que la integran es la norma. Surgen así nuevas lenguas y amalgamas que van borrando los límites de las que en cada momento conocemos y permiten superar conflictos de intereses, luchas de poder y guetos”.

“Ahora bien―continuó―, este proceso no debe ser solo científico y epistemológico ya que ha de contribuir de manera significativa a la sociedad en la que vivimos, rodeados de injusticias, de trabas, de luchas autodestructivas que se fundamentan en une langue mal faite (una lengua mal hecha) y fruto de una maldición babélica que venimos arrastrando desde el origen de los tiempos”.

Según el también miembro de número de la Real Academia Nacional de Medicina, correspondiente de la Real de Medicina de Zaragoza, y de honor de la Academia Médico Quirúrgica Española y de la Real Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires (Argentina), “diferencias individuales, culturales, más o menos secundarias o artificiales están en la base de nichos, fronteras y guetos y en el lenguaje que los perpetúa. El gran político Charles de Tayllerand (1754-1838) lo dijo bien claro: la parole est donnée a l’homme pour déguiser se pensé (La palabra es dada al hombre para disfrazar su pensamiento), frase que ha sido reformulada varias veces. Para Stendahl (1838-1842) se trataba de esconder, no de disfrazar, la verdad. Es posible que fuera el jesuita italo-portugués Gabriel Malagrida (1689-1761) el primero que la pronunciara, pero en cualquier caso el hecho revela como el lenguaje político impregna el resto de los lenguajes”.

“La consecuencia es que el lenguaje de la ciencia, que estructura el concepto de verdad no es soberano, ya que le falta su cualidad fundamental, heideggeriana, la equivalencia entre verdad y libertad. Se trata de un lenguaje que forma parte de la noción de poder en un grupo social. Se trata de lo que Foucault llamó régimen de verdad, que es definido como: “Un sistema de procedimientos ordenados de producción, regulación, distribución, circulación y operación de las afirmaciones”. En otras palabras, las disciplinas son estructuras para “sistematizar, organizar e incorporar las prácticas sociales e institucionales sobre las que depende, tanto el discurso coherente, como el legítimo ejercicio del poder”, señaló el catedrático y profesor emérito del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica, de la Universidad Complutense.

“De ahí la gran responsabilidad de la investigación científica que ha de proporcionar no solo resultados y datos para ser publicados o patentados, sino también en convertirse en el motor de cambios sociales perentorios, para los cuales es necesario romper barreras, destruir guetos, acabar con privilegios de disciplinas caducas y colaborar en el desarrollo de un nuevo lenguaje que, esperemos, sea más humano”, añadió.

¿Cómo hacerlo? “En mi opinión ―concluyó López-Ibor― deberíamos volver a nuestras raíces en la Grecia clásica y recuperar al logos, razón y verbo, pensamiento y palabra, correr los velos que lo ocultan, dejando que los seres ‘sean lo que son’ para que nadie pueda imponerles su verdad ni utilizar la palabra contra un semejante”.